Él vendía magdalenas
desde el mostrador.
A la salida estaba la policía.
Si no hubiese sido por eso se
hubieran desplomado todas las paredes.
Solía estar triste la muchacha.
Miraba el café y pensaba en la cuenta:
toda esas veces que había visto la misma pelicula.
Su cabeza volaba a 170 km por segundo
mientras mantenía sus piernas cruzadas.
No escapó,
no amó,
no se puede corromper una mirada.