-¿Estuvo bien?
-Fue mas o menos como si me hubieses condimentado la concha con laurel.
Me vestí con ropa de segunda mano,
ella no se levantó, ni para ir al bidé.
Supe entonces que lo del supermercado había sido
una fantasía paupérrima, perruna.
Dos palabras surgieron de su rodilla izquierda,
¡qué dolor! No grité.
Elegí una verdad:
me quedaba chica.